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Una Aldea Amazónica
Marlene Escobar y Diego Samper *

 

Resumen: La autarquía desarrollada por las sociedades amazónicas refleja una economía de la suficiencia y una ética que responde a la fragilidad de la vida en el bosque. La aldea amazónica, reemplazando la arquitectura original de la maloca, ha de recrear esta relación de comunidad entre la gente y el entorno. Al dignificar la cultura con el arte y la imaginación, se fortalece la identidad étnica, el conocimiento tradicional, la organización comunitaria y la búsqueda de alternativas económicas sostenibles, fundamentales para la conservación de la selva. Hay que imaginar la aldea como un sueño colectivo, construyendo su propia cultura, construyendo paz.

Abstract
An Amazonian village.

The autarchy developed by traditional Amazonian societies after millennia of deep relationship with the forest express not only their intimate knowledge of plants and animals, it shows an economy of measure and an ethics born from the awareness of the richness and fragility of life, principles fundamental for the conservation of the Amazon. Cultural conservation is deeply linked to environmental conservation.

The Calanoa Project, set in the southernmost part of the Colombian Amazon, the Trapecio Amazónico, proposes de development of self-sufficient communities. A lab of applied creativity, explores the transformative power of art in individuals and society, and through that, the strengthening of ethnic identity, traditional knowledge, alternative community educational processes, and alternative sustainable economic practices. Villages imagined as collective dreams, defining their own future, chiselling their own culture, building peace.

The Calanoa Project is developing a collective art project, mural paintings in the village of Mocagua and a neighbourhood in Leticia, photography with kids, the recovery of ceramics and fibre arts traditions, as well as the exploration and practice of traditional songs and dances in the village of El Vergel.

An Amazonian village is deeply rooted in its landscape. The creation of a community-managed botanical garden has the intention of establishing a collection of Amazonian plants, a seed bank and a lab were traditional horticultural practices are recovered and innovative ones are explored, a cultural landscape that enhance the quality of life of people, as well as the wildlife around.

Beyond a network of buildings, a village is a cultural space. Each place, each culture, is a unique collective exercise of imagination, and as a space of society's creative interaction, is dynamic and in a permanent process of metamorphosis. Memory and change: each culture has to create from its deepest roots but with wings.

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Las sociedades amazónicas han adquirido en miles de años de habitar la selva un conocimiento profundo de este gigante desmesurado, han develado el secreto de las plantas y los animales, y han ingeniado las mas variadas técnicas para su mejor aprovechamiento. Pero mas allá de un conocimiento práctico de sobrevivencia, en un acto de humildad ante la riqueza y fragilidad de la vida en el bosque han desarrollado una economía de la suficiencia y la mesura regida por una ética que nace de su visión profunda del mundo. La defensa de este principio, embebido en lo profundo del habitante ancestral amazónico, es vital para la conservación de la selva misma.

El Proyecto Calanoa es una iniciativa que busca contribuir a la conservación de la diversidad biológica y cultural de la región amazónica a través del desarrollo de comunidades autosuficientes. Propone un lugar de encuentros, encuentros con el otro y con lo salvaje: el río y la selva. Es un laboratorio de creatividad aplicada, un laboratorio para el desarrollo de procesos de educación alternativa, un laboratorio para la exploración de alternativas económicas que fortalezcan la conservación natural y la identidad cultural.

El Proyecto Calanoa explora el poder transformativo del arte y la imaginación en el individuo y la sociedad. La certeza que el arte es exorcismo y encantamiento, invocación y transformación, ha sido la premisa que ha generado el programa de arte de la Fundación Calanoa, en el cual se inscribe el proyecto de pintura mural en comunidades del Trapecio Amazónico, en Mocagua y en el barrio de Victoria Regia en Leticia, fotografía con los jóvenes de Mocagua, recuperación de música y danzas tradicionales ticuna en El Vergel, y recuperación de la tradición cerámica y de cestería.

Un ejercicio de creación colectiva con la comunidad local, el proyecto es el resultado de mas de cuarenta años de exploración y vivencia de la selva amazónica, de encuentros con sus habitantes tradicionales, y proyecto de vida de Marlene y Diego Samper que se inició en La Pedrera, bajo Caquetá, en los años 80.

La Reserva Natural Calanoa está a 60 km. de Leticia, sobre el río Amazonas, en cercanías del Parque Nacional Natural Amacayacu y de 6 aldeas de comunidades de mayoría ticuna y cocama. La construcción del asentamiento en la reserva, un pequeño hotel de selva y talleres para arte, ha sido un continuo experimento en la utilización de los recursos locales, y en el planteamiento de una arquitectura tropical, amazónica y sostenible. Los artesanos y constructores locales han sido guías y maestros en esta aventura.

 

Pintar memoria, sembrar futuro
Si interrogamos sobre los orígenes de la pintura en la Amazonia, la respuesta es sorprendente. En los riscos de la serranía de Chiribiquete se encuentran pictografías que datan hasta 19.000 años las mas antiguas. Es indudable el sentido mágico de este extraordinario, extenso y misterioso mural de piedra y ocre, mas cuando las comunidades indígenas contemporáneas se refieren a estos lugares como la maloca del dueño de los animales, el lugar donde habita el espíritu indomado de lo salvaje. Se evidencia aquí la relación mítica de los distintos pueblos con los animales, que puede rastrearse en la genealogía y los clanes de los grupos actuales. La pintura, aquí, es invocación.

La historia del Amazonas, al igual que aquella de la América indígena, desde la invasión de Occidente, ha sido una historia de mas de quinientos años de negación del otro. Una guerra sin tregua donde han combatido de modo muy desigual adversarios con visiones del mundo radicalmente diferentes. Una guerra de conquista que no concluye, donde no solo se enfrentan los hombres: también sus éticas, sus valores y sus dioses. Los dueños de los animales y las plantas, los espíritus creadores que contribuyen al balance de la vida, se cuentan entre la lista de víctimas y desaparecidos y, como dice Novalis, cuando mueren los dioses nacen los fantasmas (1). Una historia de conquista de las almas, para así dominar el territorio, agresivos esfuerzos evangélicos que enfrentan y dividen familias y comunidades. La del Amazonas ha sido una historia de bonanzas económicas que ha fracturado la vida. El caucho, las pieles, el narcotrafico, tragedias nacidas de las demandas mundiales, la primera una tragedia humana y genocida, la segunda una tragedia ambiental alimentada por la vanidad sin medida ni conciencia, la tercera una tragedia moral y social.
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El Trapecio Amazónico, en el curso medio del gran río y en el extremo suroriental del territorio colombiano, está lejos en el tiempo y el espacio de las pinturas rupestres del Chiribiquete. Es interesante anotar, sin embargo, que a una distancia no mayor de 200 km, al sur y al norte de la ribera del Gran Río, existen grupos aislados, pueblos que sabiamente han resistido todos los reiterados intentos de invasión, embrujo y asimilación, y han escogido mantenerse al margen de esta vorágine de locura que nos envuelve. Las comunidades cercanas a las riberas del Amazonas dejaron en su mayoría la vida en las malocas (arquitectura singular que es tanto habitación y refugio, escuela y templo) hace no mas de dos generaciones, y se asentaron en pequeñas aldeas donde el gobierno ha proveído de casas de madera y lámina de zinc, escuelas, servicio de energía eléctrica y comunicaciones. A la capital, Leticia, han migrado miles de familias, provenientes de diversas partes del departamento y no pocos indígenas desplazados por la guerra que ha asolado las regiones mas alejadas de esta selva. Los asentamientos huitoto en cercanías de Leticia tienen su origen en los desplazamientos causados por el genocidio del caucho a comienzos del siglo pasado.

La vida en una aldea amazónica palpita a tono con los ritmos de la selva y el río. Son sociedades anfibias, no solo por la presencia y pulso del Gran Río: la selva lluviosa tropical es en si misma un ambiente acuático. Cada caserío es distinto, cada uno un mosaico único conformado de las historias de familias que reflejan en el fondo las raíces acuáticas del habitante amazónico. Por la infinidad de venas y arterias de agua que enlazan este inmenso territorio fluyen permanentemente hombres y mujeres, familias y pueblos, lenguajes, voces y cantos. Es común encontrar que las personas tienen antepasados recientes en ambos extremos del Amazonas, venidos de las fuentes en los Andes o de la parte baja del río.

Al participar de la cotidianidad de sus habitantes y palpar día a día su cultura, se percibe el fuerte sentido de comunidad que prima en la aldea, comunidad no solo con sus parientes y vecinos, es la comunidad con el río, con los arboles, con los peces, con toda la vida alrededor de ellos y de la que depende su propia vida.

El resguardo de Mocagua, que comparte territorio con el Parque Nacional Natural Amacayacu, es una comunidad de poco mas de 600 personas, de mayoría ticuna y cocama, y algunas familias huitoto y yagua, donde mas del 50% de la comunidad es menor de 18 años. Hay varias parejas mixtas donde uno de ellos, por lo general el hombre, es de otra parte del río. La mezcla de orígenes y lenguas ha generado que sea el español el idioma común, y que los mas jóvenes conozcan poco o nada de las lenguas originales de sus padres. Por lo mismo, muchas tradiciones culturales colectivas no se practican, como si sucede en algunas comunidades vecinas de mayoría tikuna.

La identidad, para muchos aquí, es un interrogante. Hay sin embargo un profundo arraigo en lo amazónico, ese mosaico cultural ancestral, tejido de todos los matices posibles de verde, elaborado en infinidad de encuentros y de historias. Lo amazónico es una identidad que tiene raíces profundas en milenios de pertenencia a este paisaje.
 
Como en los tiempos remotos en que se cubría con ocre y memoria la piedra, la pintura -y el arte- pueden ser instrumentales hoy en la conservación del vínculo ancestral de sus habitantes originales con la selva y los espíritus ancestrales. El proyecto de arte comunitario en la comunidad indígena de Mocagua, en el Trapecio Amazónico, surge de la colaboración entre la comunidad y la Fundación Calanoa. Ha estado centrado en la pintura de las 90 casas de la comunidad y en la realización de murales, donde se busca integrar, con procesos artísticos como catalizadores, el fortalecimiento de la identidad étnica y el conocimiento tradicional, la conservación del entorno natural, y la generación de alternativas económicas. Busca dignificar la cultura amazónica, indígena, mestiza y americana. Es el arte para la conservación.

En el desarrollo del proyecto de murales de Mocagua está la intención desde el comienzo de hacer evidente la identidad con el lugar y su propia historia. De ahí surge la idea de pintar en las fachadas los animales a los que están asociados los clanes de las distintas familias. Cada familia escogió el color de fondo y el tema del mural, en muchos casos sus animales clánicos, aunque también han surgido otros animales, paisajes del río, y escenas relacionadas con las historias míticas.
En su conjunto, ha sido un proceso de creación colectiva, una fiesta de la imaginación. El proceso se inició con la pintura de las paredes, fachadas y costados, donde los participantes mas entusiastas fueron los niños y los jóvenes. Fue un festival de color donde todos, hasta gatos y perros, salieron pintados. La ejecución de los murales, todavía en proceso, ha sido mas pausada, donde la mayoría han sido realizados por los artistas locales Diego León y Saúl Vázquez.

El proyecto permitió iniciar un proceso de manejo de basuras, así como de siembra y mejoramiento de los antejardines. La pintura de las casas y los murales incluye la intervención de los espacios públicos con paisajismo y arborización. Una arquitectura inscrita en la inmensidad del paisaje amazónico no puede ser ajena a este. La selva esta presente en la vida de la aldea, es su sustento y su razón de ser. De aquí surge la apuesta de hacer un gran jardín de los solares y antejardines, de los espacios verdes colectivos, de las chacras y rastrojos. Un jardín botánico, paisaje cultivado, paisaje cultural, una colección de plantas amazónicas donde se conserve y multiplique la extraordinaria variedad de plantas útiles, frutales, tubérculos y plantas medicinales. Un jardín donde se recuperen tradiciones de horticultura amazónica, y se experimente en nuevas formas de manejo del suelo, prácticas agrícolas y asociaciones de plantas. Donde se enriquezcan los rastrojos con la abundancia original y con variedad de árboles maderables, y frutales, y con especies botánicas que den alimento y refugio a los monos, las aves y las mariposas. Existe ya la tradición de encuentros regionales periódicos para el intercambio de semillas. El Jardín Amazónico se suma a este esfuerzo como lugar de colección y difusión del conocimiento botánico de sus habitantes ancestrales.
Es paisajismo y es conservación de la diversidad biológica, es banco de semillas. Es sembrar futuro.

El espacio construido, mas allá de una arquitectura en un paisaje, es también espacio cultural, es espacio imaginado: es memoria. El caserío, pintado, es afirmación de este principio. Ya es evidente el cambio que se ha generado en la aldea, ahora intensamente colorida. Lo primero y lo mas evidente es el orgullo, orgullo de su aldea y de lo que son: amazónicos. Y al fortalecerse el sentido de identidad, se ha afirmado la organización y gestión comunitaria, reflejada en el surgimiento de proyectos de distinta índole que buscan una mejora en la calidad de vida y del entorno. Es la convicción que la comunidad si puede asumir la dirección de su propio cambio.

Un proyecto de las mismas características, en menor escala, se realizó simultáneamente en la Calle 10 del barrio Victoria Regia, en Leticia. Por invitación y con el apoyo del Museo Etnográfico del Banco de la República, se pintaron colectivamente 22 casas. La intervención de la calle, en realidad un puente de madera que une las casas de palafitos, ha sido catalizadora de procesos colectivos autónomos de mejora de calidad de vida.

Se hace aquí evidente el poder del arte como instrumento de cambio, de transformación y de memoria. De construcción de identidad. Es volver los ojos sobre sí mismos, sobre lo que son, sobre lo que saben y conocen desde siempre.

Paralelo al proyecto de pintura, y dentro de esta línea de reflexión de mirarse a si mismos, se esta desarrollando un proyecto de fotografía. La popularización de esta, con cámaras en los teléfonos celulares, es un fenómeno que ha llegado a todos los rincones del planeta, y los pueblos amazónico no son ajenos a ello. En el proyecto Autorretrato, hemos repartido cámaras digitales entre niños y jóvenes, así como entre varios adultos, y hemos coleccionado y clasificado el abundante material producido. En la primera fase 80 niños recorrieron por días su aldea, en las calles y la escuela, entrando a sus casas y registrando todo aquello que para ellos constituye su mundo. Hasta la última mascota fue fotografiada, sus amigos y familias, y el lugar desde los ángulos mas insospechados.

Al mirarse a ellos mismos, y al pintar sus casas con los rostros de los seres de la selva que son su origen, están construyendo memoria. Ambos proyectos nos revelan una arquitectura viva, mas allá de la presencia física de las casas y la aldea. Nos revelan como la arquitectura es también un espacio mental, un ámbito cultural y social.

El Trapecio Amazónico es el mayor destino turístico de la Amazonia colombiana, y el Parque Natural Nacional Amacayacu uno de los centros magnéticos para sus visitantes. Se ofrece así la oportunidad de desarrollar un modelo de turismo que sea realmente respetuoso con sus habitantes, con la selva y con los viajeros, un turismo responsable y sostenible, que desafortunadamente no es siempre la regla en la región. Algunos de los resguardos en el área de influencia del Parque, como San Martín de Amacayacu, Mocagua y El Vergel, están estableciendo programas de turismo comunitario, cada uno con sus propias características. En la Reserva Natural Calanoa, la construcción, mantenimiento, y operación del hotel de selva se hace totalmente con las comunidades vecinas. Los artesanos y constructores aportan su conocimiento de técnicas y materiales, los cazadores son los mejores guías, por su profundo conocimiento de la vida en la selva, los agricultores y pescadores suministran productos frescos y en la cocina se explora en una gastronomía que enfatiza lo local. Y el jardín, una mescla de lo salvaje y lo domesticado, es refugio y fuente de alimentos para la vida silvestre.

 

Arquitectura, espacio colectivo y conservación.


Vive tu casa dentro de su realidad y su virtualidad, con el pensamiento y con tus sueños (2), nos invita Gastón Bachelard en La Poética del Espacio. Ante la arquitectura de la maloca, encontramos que la profunda belleza que esta permea deriva no solo de su elegante factura, sino también de ser un cosmos en pequeño, un espacio mental colectivo. La vida en la maloca tradicional amazónica, tejido vegetal que envuelve y protege la comunidad, es el escenario físico de la vida cotidiana, de las risas y murmullos, así como el espacio que alberga los cantos y las historias del mundo. Umbral entre los mundos, donde se entrelazan danzando la gente con los espíritus del agua y del bosque, la maloca representa un modo de vida contenido en un solo espacio sin divisiones ni límites internos, la comunidad como un todo que se basta a si misma. Es la concreción física de la autarquía.

Cómo recuperar en la aldea esta dimensión profunda de la arquitectura tradicional amazónica?

La autarquía, como práctica antigua de estas comunidades, es herencia que hay que redescubrir. Como ejercicio de la libertad y la solidaridad, la autarquía es afirmación ética, política y poética. El habitar, en una aldea amazónica, es una permanente construcción cultural que reúne tradiciones e innovación constante, en una región que no es ajena al cambio acelerado de nuestra época. En medio de la interdependencia de todo lo que hay y de las estructuras de poder que gobiernan los pueblos, una comunidad autosuficiente es aquella que define y construye por si misma su espacio colectivo, mejorando la calidad de vida y favoreciendo por igual a todos sus miembros de la sociedad y a la vida silvestre que rodea y permea la aldea. Un asentamiento autosuficiente, mas allá de las ideologías, es la propuesta de una economía de la suficiencia, respetuosa y consciente de la fragilidad y limitaciones de los recursos que con generosidad ofrecen el río y la selva.

Hay que recuperar el lenguaje de los objetos, que surge del saber antiguo de los sentidos. Establecer de nuevo la nobleza de los oficios, con toda su carga original de significados. Recordar las voces y los cantos, la palabra que invoca con su tono y con su ritmo.

Es imaginar la aldea como sueño colectivo, definiendo su propio futuro, labrando su propia cultura, construyendo paz.

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En su largo tránsito por la vida cada especie llegó a ser lo que es por su historia de relaciones con el entorno que la ha creado, entorno a su vez dinámico y en permanente proceso de transformación. La creación es continua y teje toda la vida en el planeta.

Es difícil de imaginar la extraordinaria diversidad de la vida en este territorio, que con menos del 2% del área del planeta, alberga una de cada dos de las especies vivientes. Diversidad, a escala amazónica, se traduce en incontables formas de vida, de colores, aromas y esencias, murmullos y cantos, relaciones, asociaciones e intercambios, un entramado infinito de interacciones en continuo proceso de transformación, trenzado a cada momento un intrincado laberinto de vida.

Es difícil imaginar la selva amazónica, en su dimensión mas profunda, como un solo ser viviente, como una sola fuerza vital que enlaza las raíces de todos los seres que en ella habitan. Este es el sustrato de la cosmogonía de los pueblos originales amazónicos, esta es su realidad. Es lo que han encontrado los que han seguido el camino del jaguar, quienes han aprendido a leer los secretos de las plantas y entender el lenguaje de los pájaros.

Cada cultura, única como ejercicio colectivo de la imaginación y como espacio de interacción creativa de la sociedad, es necesariamente dinámica y en estado permanente de metamorfosis. Memoria y cambio: cada cultura debe crear con base en sus mas profundas raíces, pero con alas. Siempre con alas.

Nanne Doügu, cuando el mundo era verde, es una expresión en ticuna que se refiere a tiempos pasados en que lo mágico era indiscernible de lo real. No solo se refiere al tiempo cosmogónico, cuando con el pensamiento los creadores estaban construyendo el mundo. Es también el tiempo reciente de los abuelos, cuando la vida cotidiana era una sucesión de intercambios rituales con los espíritus del bosque. En la época en que el mundo era verde bastaba con desear intensamente algo para que se manifestara, bastaba volar alto con la imaginación para hacerlo real. Hay que recuperar el poder de la imaginación para que el mundo vuelva a ser verde.

 

Bibliografía:
1. Paz, Octavio. La búsqueda del comienzo: escritos sobre el surrealismo. Madrid, Espiral, 1974.
2. Bachelard, Gaston. La poétique de l'espace. París, Presses Universitaires de France, 3a edición, 1961. (Versión digital de la Universidad de Quebec, Canadá)

 

* Presentado en el Simposio Internacional Arquitectura y Urbanismo para la Paz y la Reconciliación, Universidad de Los Andes, Bogotá, Colombia, 2015.

Publicado en la Revista Dearq, Universidad de Los Andes, 2016.